Corrían noticias
de todo tipo en el otoño de 1951: Lola Flores se separaba de Manolo
Caracol y emprendía su carrera en solitario, nacía Romina, la hija de
Tyrone Power y Linda Christian, Celia Gámez, la reina de la revista
musical, se presentaba en el Teatro Alcázar, a Ava Gardner le robaban
las joyas mientras bailaba con el duque de Edimburgo (a la Sacra le
quitaban las gallinas en el barrio Parque Sur) y se consolaba casándose
con Frank Sinatra, Churchill perdía las elecciones en Inglaterra y
Juana Reina triunfaba con su nuevo espectáculo “La niña valiente”.
Y ahora torno con el cuadernillo número dos de “pacho”, en cuyas páginas brillaban los hermanos Quesada Cerdán. Pedro,
aprovechaba al máximo cada una de las viñetas con sus guiones modernos,
ágiles e impresionantes, textos que enriquecía con su buen hacer,
Miguel, el benjamín de la familia, que a sus dieciocho espléndidas
primaveras, se hallaba fantástico de facultades e ilusiones (el hijo
pequeño de Miguel y Ana solía poner en algunos números la fecha del
inicio y el final de cada cuaderno, algo que agradecían los estudiosos
de turno).
Vamos con el argumento de esta segunda entrega
quincenal vendida divinamente en las papelerías y quioscos de nuestra
ciudad: A bordo del “Cabo de Buena Esperanza” dos hombres escuchaban el
telégrafo que comunicaba al capitán del barco que en él había
contrabando (el diamante Emperador China) y que se sospechaba de unos
individuos de mala catadura que no eran otros que los “oyentes” de
marras que reflexionaban y buscaban soluciones.
Entonces aparecía
en escena, “Juan Cerillas”, polizón adolescente que se dirigía a
América a hacer fortuna y corría perseguido por un cocinero más bruto al
parecer que el legendario “Amaro” . Los contrabandistas “El Gorila” y
su colega lo protegían con objeto de servirse de él para sus planes.
Entraría
en el departamento de “Pacho” y les facilitaría un par de guantes de
boxeo del joven y melancólico “dinamita” que, acodado en la borda,
contemplaba la espuma de la estela evocando la vuelta al pueblecito
vasco, procedente de París, portando el cadáver de su padre y observando
desolado a la vera de su adorada madre, su novia Menchu y el
consternado “Jipi” las paladas de tierra cayendo sobre la fosa.
Ignacio, papá del héroe, quería que su hijo fuera boxeador y como el
noble y apuesto chicarrón ,tan fuerte como “Josechu el vasco”, el
personaje de Muntañola de la revista “TBO”, que aparece al lado del
“Melitón Pérez”, de Benejam en una de las ilustraciones, tenía un
contrato para cuatro combates bien pagados en suelo americano, se
despedía de los suyos y emprendía rumbo a Nueva York.
De
improviso, salía de su abstracción asediado por Dorothy y Marión,
veinteañeras, guapas y atractivas , caprichosas y ,para colmo de bienes,
millonarias… que le pedían fuego y suspiraban por él desde su hazaña
en la capital del Sena.
“Juan Cerillas” se apoderaba de los
guantes de “Pacho” y se los entregaba a los delincuentes que introducían
en uno de ellos el diamante emperador y obligaban al chaval a ponerlos
en su sitio.
Pero cuando se disponía a hacerlo, se topaba con las
sensuales hembras de rompe y rasga, Marión y Dorothy, las cuales se los
quitaban para gastarle una broma al espectacular púgil. Asustado,
“Cerillas “ y temiendo que las seductoras féminas se metieran en un
lío, le contaba a “Pacho” lo sucedido.
Los malhechores le
descubrían , golpeaban sin piedad y acababan con su vida, arrojando a
Marión al mar y escudándose en Dorothy para escapar.
Pero allí
estaba “Pacho” que de un solo puñetazo hacía caer inerte a uno a la
vez que al otro lo destrozaban las hélices del transatlántico. El
diamante o cuerpo del delito había costado dos vidas humanas, dos
víctimas inocentes que entristecían infinitamente al protagonista de
nuestra historia y a los lectores más sensibles. Menos mal que el
saladísimo “Jipi “ ponía su nota simpática y encantadora y paliaba un
pelín el final de la tragedia. “Pacho” sigue con vosotros y os aguarda
impaciente dentro de una semanilla.. ¡Un abrazo!
Valeriano Belmonte
No hay comentarios:
Publicar un comentario