Pero si el equipo de “Pulgarcito” seguía o no las
peripecias del púgil vasco les tenía sin cuidado a los estudiantes de
las Escuelas Pías, Graduadas, Franciscanos y Santiago Apóstol, porque
ellos sí conocían desde el principio las hazañas del apuesto, generoso,
valiente y titánico boxeador, unos hechos señalados, heroicos y
emocionantes que comenzaban en el idílico pueblecito de Asteasu, situado
entre verdes montes y bosques de gran belleza.
En el primer
episodio titulado “Combate mortal” aparecía en plano general la señora
Belascoain, esposa de Ignacio, uno de esos reyes del boxeo que no
dejaban indiferentes a los aficionados, y mamá de lujo del protagonista
de la apasionante serie de Maga.
La encantadora mujer,
aparentando unos cuarenta abriles de la etapa de postguerra, con blanco y
cuidado delantal, llamaba a los “hombres de la casa” y de su vida, que
cortaban troncos a granel en reñida y deliciosa apuesta.
La
comida, por cierto abundante y apetitosa, estaba en la mesa y había que
tomarla para que no se enfriara. Muchos de los colegiales de los citados
centros estudiantiles contemplaban la cantidad de platos que tomaría el
entrañable trío (cabe recordar que en el otoño de 1951, fecha del
nacimiento de “Pacho”, todavía arañaban las cartillas de racionamiento,
el pan se repartía con moderación… y las tres o cuatro barras que
enriquecían la mesita camilla suponían un regalito para la vista, sobre
todo las fuentes, posiblemente apretadillas de natillas o arroz con
leche).
Pero no solo los chavales vibraban con los víveres y la
acción trepidante de la hermosa colección, sino que los mayores lo
pasaban en grande con los ejemplares apaisados que se vendían a una
peseta y veinticinco céntimos.
Avanzamos una pizca: Al dulce y
sencillo hogar llegaba la guapa y atractiva “Menchu”, novieta de
“Pacho”, con una carta de “Jipi”, manager de Ignacio, explicándole que
le había concertado una pelea en París con el aspirante “Congo Kid “,
fortachón de color que no jugaría limpio pensando que si Ignacio no se
presentaba a última hora, él ganaría el campeonato.
La víspera
del encuentro, Ignacio y “Jipi” se dirigían al Palacio de los Deportes
cuando otro coche a toda velocidad les pasaba rozando peligrosamente
dejando ver y oir a una joven del corte de Verónica Lake, que pedía
socorro acosada por dos matones en el interior del vehículo.
Naturalmente,
Ignacio se disponía a intervenir en ayuda de la chica, sonaban varios
disparos y el progenitor de “Pacho” abría los brazos y caía rebotando
sobre el pavimento.
Rápidamente, el impactado mozo,
abrazaba a un padre que le animaba a pelear en su lugar… y vencer, ya
que no se había anunciado la suspensión del combate.
En el ring,
minutos antes de empezar la lucha, “Jipi” reconocía a la rubia implicada
para acabar con Ignacio… y tanto él como “Pacho” comprendían que
aquello había sido un ardid para fingir el accidente… y entonces el
bravo y desesperado jovencito de dieciocho abriles, descargaba
repetidos golpes en la mandíbula del rival que sonaban como mazazos
terribles haciendo que “Congo Kid” se tambaleara y cayera en la lona…
“¡Ocho, nueve… y diez … Kao!”… Salva de aplausos para “Pacho” el
vencedor que corría al lado de su agonizante padre que escuchaba los
vítores dedicados al hijo de sus entrañas que era su orgullo… igual que
Miguel y Pedro Quesada habían sido también para el inolvidable Miguel
Quesada Gomis que, por desgracia, no pudo saborear el triunfo de sus
adorados vástagos. Aquel ejemplar y los siguientes conmoverían a
personas tan sensibles como los hermanos Sánchez Castillo que buscarían
posteriormente domingo tras domingo ,ejemplares atrasados del
sensacional e irrepetible “Pacho Dinamita” que merece, por lo menos,
dos o tres capitulillos… ¿Estáis de acuerdo, amiguitos?. Pues con
“Pacho” seguiremos, algunas semanas más… Abrazos y… ¡A “Pachear”!
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