lunes, 26 de octubre de 2015

“Pacho Dinamita” (III)




Cuando a mediados de diciembre de 1951 la mayoría de las amas de casa del barrio de Franciscanos amasaban los clásicos mantecados navideños y los llevaban al horno de Juan Moreno, entrañable panadero de Collado Piña que introdujo en Albacete el delicioso “pan de leche”, Miguel Quesada finalizaba el cuarto episodio de “Pacho Dinamita” titulado “Momento dramático”, por cierto que el dueño de la tienda de artes gráficas, enclavada en el número 20 de Gaona o Condes de Villaleal, se apellidaba Cerdán, segundo apellido de los hermanos Quesada (ignoro si guardarían algún parentesco).

La Nochebuena, amén de contar con narraciones infantiles tan bonitas como la que les regalaba a los alumnos de las Graduadas el librito de lectura “Estilo” en veintisiete renglones, suponía un preciado obsequio para los currantes de la serrería – carpintería del Hijo de Antonio Moreno, el de Dionisio Guardiola chaflán con Marqués de Víllores, algunos de los cuales leían las primeras aventuras del boxeador vasco mercando los ejemplares en la papelería “Sanz” que se hallaba a escasos metros. Allí, en el primoroso escaparate mimado y cuidado al máximo por la inolvidable Consuelo, destacaban las proezas del ídolo de las jovencitas que soñaban con él y veían su efigie en clave seria y de humor con un “Jipi” saladísimo que le espetaba al mozo bilbaíno que ninguno podía compararse al máximo triunfador en el ring y en los tebeos de la etapa (cuentan que “Leovigilda”, la delgadita de las populares “Hermanas Gilda”, le aconsejaba a su hermanita menor, la gordita y enamoradiza “Hermenegilda”, que dejara de perseguir a dependientes, tenderos, agentes comerciales y buscadores de oro y se centrara más en hombres del corte de “Pacho Dinamita” ).

Vuelvo con él , con el título citado y con el combate que disputaba en La Habana frente a un Jaime Sansón que caía derrotado a los cinco o seis asaltos.

“Jipi” y Dorothy, que habían presenciado la pelea, lo felicitaban y abrazaban emocionados. “Pacho”, le escribía una carta a su madre, la echaba a un buzón de la capital de Cuba… y llegaba a tiempo de defender a la negrita Blanquita, azotada cruelmente por un malvado estanciero gritándole sin cesar que no estaban en época de negreros y esclavos.

La joven, acusada de robar la caja de caudales, le pedía ayuda al fornido chicarrón que lanzaba con frecuencia “morrosco”, “chacurra”, “adizquide” y “jangoicúa”, palabras muy conocidas en las Vascongadas y que iban sonando rápidamente en las aulas albaceteñas.


“Pacho” les cantaba las cuarenta, las cincuenta y las sesenta al verdugo y a sus secuaces metidos en negocios tan oscuros como el interior de los refugios de guerra de la legendaria montaña del Asilo de San Antón, ya que se trataba de una organización de traficantes de estupefacientes encubierta por un laboratorio destinado a limpiar los residuos de azúcar de los sacos que devolvían a Oriente. La tragedia se acercaba a pasos agigantados a nuestros amigos y el vengativo estanciero provisto de un rifle de largo alcance disparaba a las ruedas del coche que conducía Dorothy.

El vehículo se estrellaba y la atractiva rubia, con el volante clavado en el pecho, moría en los brazos de su adorado “Pacho” confesándole antes de exhalar el último suspiro que su pelo era teñido.

La justicia se imponía y “Dinamita”, que resultaba ileso de un silo azucarero, daba un tremendo tirón y le hacía caer al fondo al responsable de la muerte de su encantadora amiga. Muerto el jefe, cundía el desconcierto en la banda y la policía atrapaba al resto de tahúres y malhechores.


Pero “Pacho” no podía estar contento porque había perdido a una mujer fascinante que , a pesar de sus caprichos y constante coqueteo, le quería de verdad. Afortunadamente, “Pacho” pronto volvería a su tierra al lado de su “ama” y progenitora y de la adorable Menchu.
Valeriano Belmonte




lunes, 19 de octubre de 2015

“Pacho Dinamita” (II)



Si “Combate mortal”, primer episodio de “Pacho Dinamita”, logró emocionar a los coleccionistas del cuaderno de aventuras, “Los guantes de la muerte”, segundo título de la joya de Editorial Maga, terminó de convencer y conquistar a una afición que se apuntó a aquellos ejemplares que se publicaban al mismo tiempo que los de “El Pistolero Justiciero”, “El Inspector Dan”, “El Príncipe Dani” y “El Cachorro”, además de las series largas de Eduardo Vañó y Manuel Gago, tantas veces citadas y homenajeadas en “Un Siglo de Tebeos”.

Corrían noticias de todo tipo en el otoño de 1951: Lola Flores se separaba de Manolo Caracol y emprendía su carrera en solitario, nacía Romina, la hija de Tyrone Power y Linda Christian, Celia Gámez, la reina de la revista musical, se presentaba en el Teatro Alcázar, a Ava Gardner le robaban las joyas mientras bailaba con el duque de Edimburgo (a la Sacra le quitaban las gallinas en el barrio Parque Sur) y se consolaba casándose con Frank Sinatra, Churchill perdía las elecciones en Inglaterra y Juana Reina triunfaba con su nuevo espectáculo “La niña valiente”.

Y ahora torno con el cuadernillo número dos de “pacho”, en cuyas páginas brillaban los hermanos Quesada Cerdán. Pedro, aprovechaba al máximo cada una de las viñetas con sus guiones modernos, ágiles e impresionantes, textos que enriquecía con su buen hacer, Miguel, el benjamín de la familia, que a sus dieciocho espléndidas primaveras, se hallaba fantástico de facultades e ilusiones (el hijo pequeño de Miguel y Ana solía poner en algunos números la fecha del inicio y el final de cada cuaderno, algo que agradecían los estudiosos de turno). 

Vamos con el argumento de esta segunda entrega quincenal vendida divinamente en las papelerías y quioscos de nuestra ciudad: A bordo del “Cabo de Buena Esperanza” dos hombres escuchaban el telégrafo que comunicaba al capitán del barco que en él había contrabando (el diamante Emperador China) y que se sospechaba de unos individuos de mala catadura que no eran otros que los “oyentes” de marras que reflexionaban y buscaban soluciones.

Entonces aparecía en escena, “Juan Cerillas”, polizón adolescente que se dirigía a América a hacer fortuna y corría perseguido por un cocinero más bruto al parecer que el legendario “Amaro” . Los contrabandistas “El Gorila” y su colega lo protegían con objeto de servirse de él para sus planes.
Entraría en el departamento de “Pacho” y les facilitaría un par de guantes de boxeo del joven y melancólico “dinamita” que, acodado en la borda, contemplaba la espuma de la estela evocando la vuelta al pueblecito vasco, procedente de París, portando el cadáver de su padre y observando desolado a la vera de su adorada madre, su novia Menchu y el consternado “Jipi” las paladas de tierra cayendo sobre la fosa.




Ignacio, papá del héroe, quería que su hijo fuera boxeador y como el noble y apuesto chicarrón ,tan fuerte como “Josechu el vasco”, el personaje de Muntañola de la revista “TBO”, que aparece al lado del “Melitón Pérez”, de Benejam en una de las ilustraciones, tenía un contrato para cuatro combates bien pagados en suelo americano, se despedía de los suyos y emprendía rumbo a Nueva York.
De improviso, salía de su abstracción asediado por Dorothy y Marión, veinteañeras, guapas y atractivas , caprichosas y ,para colmo de bienes, millonarias… que le pedían fuego y suspiraban por él desde su hazaña en la capital del Sena.

“Juan Cerillas” se apoderaba de los guantes de “Pacho” y se los entregaba a los delincuentes que introducían en uno de ellos el diamante emperador y obligaban al chaval a ponerlos en su sitio.
Pero cuando se disponía a hacerlo, se topaba con las sensuales hembras de rompe y rasga, Marión y Dorothy, las cuales se los quitaban para gastarle una broma al espectacular púgil. Asustado, “Cerillas “ y temiendo que las seductoras féminas se metieran en un lío, le contaba a “Pacho” lo sucedido.
Los malhechores le descubrían , golpeaban sin piedad y acababan con su vida, arrojando a Marión al mar y escudándose en Dorothy para escapar.

Pero allí estaba “Pacho” que de un solo puñetazo hacía caer inerte a uno a la vez que al otro lo destrozaban las hélices del transatlántico. El diamante o cuerpo del delito había costado dos vidas humanas, dos víctimas inocentes que entristecían infinitamente al protagonista de nuestra historia y a los lectores más sensibles. Menos mal que el saladísimo “Jipi “ ponía su nota simpática y encantadora y paliaba un pelín el final de la tragedia. “Pacho” sigue con vosotros y os aguarda impaciente dentro de una semanilla.. ¡Un abrazo!

Valeriano Belmonte

martes, 13 de octubre de 2015

“Pacho Dinamita” (I)




Hasta en el colegio del “Profesor Tragacanto”, personaje del dibujante y guionista Gustavo Martínez Gómez, alias Schmidt, los alumnos Jaimito, gamberrete de rompe, rasga y destrózalo todo , que para eso le pagan a tu papá adoptivo en la Editorial Bruguera, y Vicente el sabelotodo, en unión de Petronio, bedel de la escuela privada, y Petronila, colega del profe y tan cursi como los guantes de Adelina, la “Niña de la Estación”, popular copla de doña concha Piquer, leían las aventuras de “Pacho Dinamita”, el héroe de los hermanos Miguel y Pedro Quesada.

Pero si el equipo de “Pulgarcito” seguía o no las peripecias del púgil vasco les tenía sin cuidado a los estudiantes de las Escuelas Pías, Graduadas, Franciscanos y Santiago Apóstol, porque ellos sí conocían desde el principio las hazañas del apuesto, generoso, valiente y titánico boxeador, unos hechos señalados, heroicos y emocionantes que comenzaban en el idílico pueblecito de Asteasu, situado entre verdes montes y bosques de gran belleza.

En el primer episodio titulado “Combate mortal” aparecía en plano general la señora Belascoain, esposa de Ignacio, uno de esos reyes del boxeo que no dejaban indiferentes a los aficionados, y mamá de lujo del protagonista de la apasionante serie de Maga.

La encantadora mujer, aparentando unos cuarenta abriles de la etapa de postguerra, con blanco y cuidado delantal, llamaba a los “hombres de la casa” y de su vida, que cortaban troncos a granel en reñida y deliciosa apuesta.

La comida, por cierto abundante y apetitosa, estaba en la mesa y había que tomarla para que no se enfriara. Muchos de los colegiales de los citados centros estudiantiles contemplaban la cantidad de platos que tomaría el entrañable trío (cabe recordar que en el otoño de 1951, fecha del nacimiento de “Pacho”, todavía arañaban las cartillas de racionamiento, el pan se repartía con moderación… y las tres o cuatro barras que enriquecían la mesita camilla suponían un regalito para la vista, sobre todo las fuentes, posiblemente apretadillas de natillas o arroz con leche).
Pero no solo los chavales vibraban con los víveres y la acción trepidante de la hermosa colección, sino que los mayores lo pasaban en grande con los ejemplares apaisados que se vendían a una peseta y veinticinco céntimos.

Avanzamos una pizca: Al dulce y sencillo hogar llegaba la guapa y atractiva “Menchu”, novieta de “Pacho”, con una carta de “Jipi”, manager de Ignacio, explicándole que le había concertado una pelea en París con el aspirante “Congo Kid “, fortachón de color que no jugaría limpio pensando que si Ignacio no se presentaba a última hora, él ganaría el campeonato.

La víspera del encuentro, Ignacio y “Jipi” se dirigían al Palacio de los Deportes cuando otro coche a toda velocidad les pasaba rozando peligrosamente dejando ver y oir a una joven del corte de Verónica Lake, que pedía socorro acosada por dos matones en el interior del vehículo.
Naturalmente, Ignacio se disponía a intervenir en ayuda de la chica, sonaban varios disparos y el progenitor de “Pacho” abría los brazos y caía rebotando sobre el pavimento.


Minutos después en Asteasu, “Pacho” recibía un telegrama con el siguiente texto: “Avión Ramírez te aguarda en Azpeitía. Ven, tu padre gravemente herido de un balazo. Jipi”… Sorpresa, lágrimas y desolación… Menchu intentaba calmar y animar a una ama buena y espantada mientras “Pacho” volaba en el “Rosa del Norte”… y aterrizaba hora y media más tarde en la capital del Sena.
Rápidamente, el impactado mozo, abrazaba a un padre que le animaba a pelear en su lugar… y vencer, ya que no se había anunciado la suspensión del combate.

En el ring, minutos antes de empezar la lucha, “Jipi” reconocía a la rubia implicada para acabar con Ignacio… y tanto él como “Pacho” comprendían que aquello había sido un ardid para fingir el accidente… y entonces el bravo y desesperado jovencito de dieciocho abriles, descargaba repetidos golpes en la mandíbula del rival que sonaban como mazazos terribles haciendo que “Congo Kid” se tambaleara y cayera en la lona… “¡Ocho, nueve… y diez … Kao!”… Salva de aplausos para “Pacho” el vencedor que corría al lado de su agonizante padre que escuchaba los vítores dedicados al hijo de sus entrañas que era su orgullo… igual que Miguel y Pedro Quesada habían sido también para el inolvidable Miguel Quesada Gomis que, por desgracia, no pudo saborear el triunfo de sus adorados vástagos. Aquel ejemplar y los siguientes conmoverían a personas tan sensibles como los hermanos Sánchez Castillo que buscarían posteriormente domingo tras domingo ,ejemplares atrasados del sensacional e irrepetible “Pacho Dinamita” que merece, por lo menos, dos o tres capitulillos… ¿Estáis de acuerdo, amiguitos?. Pues con “Pacho” seguiremos, algunas semanas más… Abrazos y… ¡A “Pachear”!

Valeriano Belmonte



La luz de Miguel Quesada (II)




 

A través de las frecuentes visitas que hago al cementerio para estar al lado de los rincones de descanso eterno de mis seres queridos observo la remozada capilla del Stmo. Cristo de las Misericordias acariciada por las bellas acacias, los cipreses espirituales, los altos y elegantes abetos, las refinadas y exquisitas hiedras y adelfas y los preciosos rosales que enriquecen el sagrado recinto, no tan silencioso como puede parecer, ya que las delicadas y diligentes palomas y simpáticos y graciosos gorriones ponen su nota alegre y musical.

Y entre el revolotear y el trino de las aves que surcan el espacio y se posan en las partes más elevadas de las limpias y cuidadas reliquias del lugar, contemplo fosas, mausoleos y panteones de figuras importantes que sentaron cátedra en la capital manchega. Allí, en la mansión de la calma, reposan para siempre, Juan Montero, “Chicuelo II “ y Ángel Alcaraz Alcalá, alias “Angelete “, diestros de la tierra que brillaron en sus momentos de gloria…y brillan en el recuerdo de las gentes aficionadas a la tauromaquia.

No faltan escritores y poetas de la talla de José Salustiano Serna y Juan José García Carbonell, ni familias tan populares y queridas como las de Matarredona, Lodares, Cabot, Cullell, Gómez –Rengel y Legorburo, presentes en el paseo central, a escasos metros del busto dedicado a Pascual Giménez de Córdoba y Núñez… y un poquito más oculto , en la Galería Ntra. Sra. del Pilar, antes Virgen de Los Llanos, en la fila 236, piso 4º frente a los pabellones de Santa Evelia y Virgen de Cortes, se encuentra el nicho de Miguel Quesada Gomis y Ana Cerdán Tomás, los progenitores de mis admirados e imborrables dibujantes y guionistas de los tebeos de la época dorada del cómic español.
El cristal que protege la lápida de granito tiene unas manchas de pintura blanca difíciles de quitar y por eso hay que limpiarlo con sumo cuidado para no romperlo. Dos ramitos de flores de tela inmaculadas con bordes rosados decoran el interior… Plegarias, recuerdos y añoranza mientras leo la fecha del 24 de noviembre de 1944 que supuso el adiós definitivo del patriarca de un clan realmente maravilloso y encantador ( Ana, su compañera ideal , se reuniría con él poco después en su viaje hacia un Paraíso , posiblemente mejor).

Abandono el solitario sendero y continúo adelante derecho a compartir la jornada con Natalio y Valeriana, los autores de mís días, sobrinitos y hermanos impagables Manolo y Marieta… y a lo largo del trayecto evoco la trayectoria artística de Miguel y Pedro y aquella célebre “Pandilla de los Siete” seguida de “Ted el pelirrojo“ , “Dick Morland“ “Los exploradores del Universo“, “Cuentos y Leyendas Ejemplares“ y “El Sargento Invencible“… Pero donde los hermanos Quesada empezarían a alcanzar fama y reconocimiento sería en “Pacho Dinamita“, espectacular serie de la Editorial Maga y un homenaje entrañable a sus padres y al boxeo mundial.


“Pacho“ caló en los corazones de chavales y jovencitas que ,en la puerta del viejo Capitol, buscaban los primeros episodios de la legendaria historia. Y “Pacho”, “Jipi“, Menchu, Ignacio Belascoain, la dulce “Ama “, Nela Novela, Monserrat y decenas de personajes corrieron de boca en boca por las calles, plazas y colegios ( los hermanos Sánchez Castillo bebían los vientos por los ejemplares apaisados que se vendían como rosquillas sin tener que recurrir al inolvidable “Mario”, el churrero regordete de la calle Salamanca, que por cierto también leía las peripecias de la magna “odisea”). De “Pacho Dinamita “ y de sus fantásticas y espectaculares aventuras os contaré más cosillas en el próximo capítulo