“Miguel Quesada entrañable, dibujante de bandera y manchego
incomparable con categoría y solera, te admira la tierra entera por tu
estilo magistral. Eres internacional y encabezas regias listas, las de
los grandes artistas del mundo de la Historieta, Miguel, persona
completa, hijo de Miguel y Ana,
tienes clase, casta e imán, Sr. Quesada Cerdán… Y la fila soberana de
arrobados seguidores te regalan miel y flores y halagos por todas
partes. Miguel, preciado tesoro, junto a la Medalla de Oro, esa de las
Bellas Artes que ganaste por derecho dando el alma, el do de pecho y lo
que se “tie” que dar para la cima alcanzar, hoy te quiero dedicar un
tributo modestillo por tu carisma , tu brillo y tu exquisito talante.
Atento, icono importante”:
Querido e idolatrado Miguel, maestro
profesor y genio indiscutible del cómic hispano y universal, con unos
sencillos ripios, cuartetas o aleluyas he querido comenzar mi humilde
homenaje a tu hermosa e infinita trayectoria jalonada de éxitos
ininterrumpidos, a escribir una pizca de tu larga y soberbia carrera que
empezó cuando los cuadernos de aventuras eran auténticas epopeyas en
jornadas increíbles, pero antes de meterme en las series que te hicieron
famoso a perpetuidad, déjame que les cuente a los lectores de “La
Cerca” y a otros muchos, pasajes de tu infancia y adolescencia, porque
aunque no te conozco personalmente, he escuchado tu cálida y cercana voz
y he compartido minutos inolvidables a través de ese invento impagable
que se llama teléfono.
Ya sabes que soy paisano tuyo y que he
recorrido los mismos lugares y rincones de tu suelo patrio, del Albacete
de antaño que es también el mío, gracias a que amén de ser callejero
oficial, he ejercido de repartidor de telegramas, giros y paquetes, de
llevar incluso despachos ordinarios y preferentes a la casa de Guzmán el
Bueno, en la cual pasaste la primera etapa de tu existencia al lado de
tus progenitores y hermanos Teresa, Pedro y Luisita. Viste la luz en los
albores de 1933 y oíste el sonido de terribles bombardeos entre el
caos y el fragor de una estúpida guerra que traería consecuencias para
vencedores y vencidos.
Con apenas nueve o diez abriles, en plena e
interminable postguerra , intentabas ayudar en la economía familiar,
tras la deslealtad de un socio que se ocupó de la fábrica de hielo,
gaseosas y sifones que regentaba el autor de tus días en Teodoro Camino,
por eso recorrías las peluquerías del centro deseando colaborar como
aprendiz sin sueldo, ya que los peques de entonces se conformaban con
las propinas de los clientes más generosos. Comprabas las plumillas para
trazar tus apuntes y bocetos en “El Bazar del Libro“ ( Tinte, 15 ),
tiendecita familiar que defendían a capa y espada Manolita Cámara, su
madre y hermano Luis (“El Bazar” fue una de mis papelerías predilectas y
en ella merqué precisamente años más tarde tus selectos ejemplares de
“Pacho Dinamita “, “Tony y Anita “ y “Pantera Negra“).
El
papel, morenito y escaso, lo conseguías en “Gráficas Panadero “, la
reputada imprenta de Mayor, 39, a un pasito de “Orovit “, el “Rey de los
Botones”, a dos de “Modas Barcelona” y a cuatro del Hotel París
posiblemente oteando aquel “Bar Nido “ de gratísimo recuerdo, a la vez
que estudiabas en las Escuelas Graduadas Mixtas de Dionisio Guardiola,
que pisaría posteriormente un servidor… y para colmo de bienes te
adentrabas en el Parque de Abelardo Sánchez o “Parque de los Mártires” a
dibujar árboles y arbustos enriquecidos por la blanca nieve de los
gélidos inviernos que caía pausadamente sobre el estanque dorado que
sería sacrificado para gloria del Museo Provincial. Pinos centenarios,
acacias, madreselvas, rosales, palmeras y la flora albaceteña en el
papel de barba de tu propiedad que mimabas y cuidabas procurando emular a
don Manuel Gago, tu cuñado e ídolo que lograba el aplauso y el reconocimiento con su audaz, fabuloso y temerario “Guerrero del Antifaz”.
Miguel
Quesada estimado, esto no ha hecho más que empezar porque hay mucho en
el tintero y he de sacarlo adelante… y a vosotros mis amigos y forofos
del tebeo, os aguardo el jueves próximo, ¿ Acudirés a la cita? No
faltéis, os lo suplico. Un abrazo y… ¡ A mandar!.
Valeriano Belmonte
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