viernes, 4 de septiembre de 2015

EL COSACO VERDE



  

 

   Aquella hermosa mañana del suave y romántico otoño de 1960, Cazaña, el cartero  que repartía por el barrio Parque Sur, llamó a las portadas de Tetuán, 1O y enseguida salió a abrir, Valeriana Martínez, mi  amable e inolvidable progenitora, la cual con  su voz dulce y preciosa me dijo : “Valeriano, te han traído un paquete, ¿qué has pedido esta vez?. Le respondí que no había pedido nada, extrañado y pensativo durante breves segundos y gritando a continuación : ¡ El balón! ¡ Que me ha tocado el balón!… y efectivamente, al desembalar  el envío, vibré lleno de contento al contemplar, acariciar y besar el anaranjado esférico, obsequio que hacía semanalmente “ El cosaco Verde “ a través de un delicioso sorteo.

 


 A los pocos minutos  estábamos estrenándolo mi hermano Manolín, los hermanos Pedro y Paco Villaescusa, Paquito, el hijo de la Sacra y un servidor por los alrededores del refugio de guerra y la zanja que  llegaba a la Circunvalación observados de cerca por Adolfo y Ángel, hijos de Juan José Díaz y Rafa Caulín,  excelentes vecinos y amigos de la bonita parcela. Y es que, el que esto escribe , coleccionaba la serie procedente de Bruguera y conducida hábilmente por Víctor Mora y Fernando Costa, dibujante influenciado por el estilo del maestro americano Milton Caniff, autor de “Terry y los Piratas “. Mora y Costa en acción presentando al nuevo héroe meses atrás al precio especial de propaganda de una peseta, eso sí, comprando el último ejemplar de “El Jabato “ que se vendía a una pesetita y cincuenta céntimos.

 “El Cosaco” echaba a andar  a lomos de un soberbio alazán en la cumbre de una montaña, desde la cual divisaba el paisaje, tras la dura y complicada subida al promontorio rocoso… y hablando de subidas, lo que subía en la época eran el pan, el aceite, el azúcar y el queso de bola que exhibían en sus mimados escaparates  de Tesifonte Gallego y Mayor, “El Roña” y Herreros.

 Y ahora “bajamos “  la cuestecita y los productos de marras y nos reunimos con el titán y con sus colegas “Karakán “ el tártaro ( a María Antonia, la nena de Luis y Anselma  lo que le molaban eran las tartas de “Plácido”, “El Ramillete”, “La Suiza “ y “La Milagrosa” ) y el chinito “Sing – Li “, que se trasladaba de un lugar a otro de los Montes Urales (Constantino, alumno del colegio de los Padres Franciscanos, decía  Montes “rurales “ y  pasaba parte de la clase arrodillado y con los brazos en cruz portando libros de Geografía ) encima de un yak(“Karakán “ cargaba a hombros a un caballito tan cansado y comodón como el “Bartolo “, de Palop y el “Vagancio “, de Cifré ). 

Los abonados a la “odisea” disfrutábamos estudiando las viñetas y mirando y remirando el trineo que ocupaba el rubio y adolescente “Iván “, perseguido por cientos de bandidos capitaneados por el cruel “Yatagang “. El “cacao” estaba servido en bandejas de plata similares a las del Sr. Bernad, tienda de lujo enclavada precisamente a la vera del citado “Ramillete “. “El Cosaco” y su tropa le ayudaban al chaval y el trío correteaba  por Asia Central y Alaska, Canadá e incluso por el Fart – west.   

“El Cosaco” recordaba al “Miguel Strogoff “ de Verne, encarnado en la pantalla por el actor alemán Curt Jurgens, y no  atendía  al cien por cien a la  adorable “Sankara”, primogéntita de un jefe mongol que bebía los vientos, las brisas y las tormentas por el guapo, gallardo y valiente “Cosaco Verde” que curraba  como un “cosaco” en 144 cuadernitos apaisados, almanaques navideños y extras de vacaciones colaborando con su silueta en el concurso –dibujo consistente en reconocerlo, dibujarlo a tinta china y enviarlo a la empresa, por cierto que el baloncito de ceplástica, que conservo en el mejor rincón de mi salita de estar, se ha hecho popularísimo en los aledaños del Carlos Belmonte, cada vez que lo muestro a las cámaras de televisión desgranado el “ ¡Aúpa, el Alba!”… ¡Hasta el jueves, amiguitos!.

          Valeriano  Belmonte

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